Fallece Francisco Moreno Barrón, figura destacada de la Iglesia Católica mexicana, quien dejó una profunda huella espiritual en Tlaxcala y Tijuana. Su partida, ocurrida el 26 de octubre de 2025, marcó el fin de una vida entregada al servicio pastoral, la fe y la promoción del arte sacro.
Moreno Barrón enfrentó con fortaleza un proceso oncológico que comenzó en mayo de 2023, diagnosticado como cáncer de mesotelioma. Hasta sus últimos días mantuvo la serenidad y el testimonio de esperanza que caracterizaron su ministerio.
Nacido el 3 de octubre de 1954, Francisco Moreno Barrón sirvió durante más de dos décadas en la Iglesia, destacando por su liderazgo cercano, su compromiso con los valores humanos y su impulso a la formación espiritual. Su legado permanece vivo en las comunidades que acompañó con dedicación.
El 28 de marzo de 2008 fue nombrado obispo de Tlaxcala por el papa Benedicto XVI y tomó posesión de la diócesis el 28 de mayo del mismo año
. Durante su gestión, convocó a artistas de todo el país para diseñar retablos, vitrales y elementos artísticos que embellecieron los templos locales, integrando el arte con la espiritualidad.
Su trabajo en Tlaxcala se distinguió por promover la unidad entre los fieles, fortalecer la labor de las parroquias y fomentar el diálogo con jóvenes, familias y comunidades rurales. Su visión pastoral buscó siempre acercar la Iglesia a las personas, poniendo énfasis en la misericordia y el servicio.
En 2016, el papa Francisco lo designó Arzobispo de Tijuana, donde continuó su misión pastoral en una región marcada por la migración y los desafíos sociales. En la frontera, Moreno Barrón se convirtió en un símbolo de acompañamiento humano y espiritual, promoviendo la paz, la justicia y la fraternidad.
Su fallecimiento generó muestras de afecto en todo el país. Sacerdotes, obispos y fieles recordaron su entrega, humildad y pasión por la Iglesia. En Tlaxcala, su recuerdo sigue vivo en las obras de arte sacro que promovió y en las comunidades que ayudó a fortalecer.
Francisco Moreno Barrón fue también obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Morelia entre 2002 y 2008, antes de su llegada a Tlaxcala. Su camino pastoral estuvo siempre guiado por una fe profunda y una convicción inquebrantable en el valor del servicio.
Con su partida, la Iglesia mexicana pierde a un pastor cercano, visionario y comprometido con la dignidad humana. Su ejemplo inspira a nuevas generaciones de creyentes a vivir la fe con alegría, arte y esperanza.



