Diario de un olvidista; utopía para los que buscan una vida mejor

Diario de un olvidista es un libro cuya idea principal es plantear diversas preguntas al lector, entre ellas ¿qué pasaría si un día alguien decidiera borrar el pasado, la historia, los recuerdos y comenzar una nueva fase democrática basada en la idea del olvido?

Esta es una novela basada en la historia de un personaje cuyo fin fue la muerte por un bien político y democrático. Aunque su lugar de origen y su historia pudiesen sonar ajenas a México, el autor no escoge bandos y no discrimina lectores.

Si bien elautor, Paolo Pagliai, buscó identificar al lector con la historia de cualquier persona en cualquier país, no se puede omitir al personaje -que viene explicado en la contraportada del libro-, cuya inspiración sirvió para su elaboración; hablo de Aldo Moro, las Brigadas Rojas y la enigmática Italia.

El miedo de A.M.

Aldo Moro fue un personaje cuya postura política e ideológica fue muy clara y precisa, como un líder importante de la Democracia Cristiana, un partido político italiano,que en el año 1978 se vio amenazado por las Brigadas Rojas (Brigate Rosse),quienes lo secuestraron y lo obligaron a escribir una serie de cartas, 419 para precisar.

Itsel Martínez, leyendo un fragmento del libro.

En dichas cartas que llegaban a los distintos actores políticos, al Papa VI y a la ONU, parecía que Moro se había descontrolado, o bien que había muerto, pues al final Moro se había convertido en un enemigo de su propio Estado, un Estado que prefirió darlo por muerto que negociar su rescate, porque su razón era no negociar con “terroristas”.

¿Qué es lo que pasó? ¿Por qué un hombre tan importante de tan finada postura terminó siendo un blanco de dudas? La respuesta fue; el miedo. Moro se dio cuenta de la monstruosa realidad de su partido y comenzó a atacar al Estado, lo que a su vez provocó que su propio Estado le diera la espalda.

Todo se resume en una frase que escribió el periodista y escritor Indro Montanelli.

 “Todos los hombres tienen derecho a tener miedo, pero cuando un hombre elige la política, surge el ‘hombre de Estado’. Un hombre representativo del Estado no pierde el derecho a tener miedo pero sí el derecho a mostrarlo. Moro era el Estado, y el Estado pedía, imploraba, amenazaba a la clase política para que hiciese de todo, incluso prostituirse, para salvarle la vida. Eso no puede ser“.

El Olvidismo

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Paolo Pagliai, autor del Diario de un Olvidista

Volviendo al libro. Paolo Pagliai retomó el contexto de las cartas de Moro y convirtió al personaje en la misma identidad pero con diferente nombre -conservando las letras iniciales A.M.- cuyo protagonista de su novela no es él, ni las brigadas, ni el partido, todo se olvida en este libro.

El olvidismo, una idea radical que un partido decidió borrar todo aquel rastro de historia y de violencia humana, una idea que se convirtió en un yunque que oprimió a todo un pueblo, como “una forma de construir la paz” a través del olvido.

Se debía olvidar todo, la historia, los nombres, los lugares, el conocimiento; todo para que se pudiera comenzar de nuevo, todo para que el pasado quedara literalmente en el olvido.

Que mejor opción parecía ¿No? Vivir el día a día, sin un rastro de recuerdo. Los filósofos del olvido o aquellos pensadores del olvidismo, habían convencido a la gente de que “la memoria era el verdadero cáncer de la humanidad”.

Emiliano Becerril, editor del libro.

Como una catarsis de acontecimientos absurdos, que curiosamente recuerdan lo absurdo que suele ser la política, hubo grupos disidentes que se opusieron al olvidismo.

Dichos grupos comenzaron a rescatar toda aquella evidencia o rastro de la memoria, fotografías, archivos y otras cosas; todo aquello que hiciera ruido, que hiciera temblar al Régimen olvidista.

Las brigadas M. decidieron entonces secuestrar a un olvidista, cuya personificación del olvido era necesaria para aprender a recordar. Ese olvidista ortodoxo, convencido de su ideología, parecía un punto crucial para las brigadas, que mantenían viva la memoria, algo que el partido no podía soportar.

El cautiverio asentó la base para una nueva postura ideológica en AM, cuando probó el trago amargo del olvido de los que creyó fueren sus amigos y compañeros, algo sucedió en él, algo que hasta su última carta dejó entrever. El olvidista comenzó arecordar.

“Los olvidistas recuerdan todo”; anécdota de un olvido

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Ya ha pasado una semana desde la presentación del libro “Diario de un Olvidista”, que precisamente fue el día 30 de noviembre en punto de las 18:00 horas. Tal vez se haya pensado que quién escribe este artículo se le olvidó escribirlo a tiempo. Forse.

Una anécdota muy especial fue que mientras grababa audio y video de la presentación – como todo buen reportero-, por ser muy olvidista suelo escribir notas de lo más importante para que no se me olvidara nada, pero esa vez no pude e intenté recordar todo.

Después de la explicación tan seductora que Paolo dio en el Museo de Arte de Tlaxcala, pasó a la sección de preguntas, por lo que intenté estructurar todo lo que entendí, sin notas, sin argumentos pomposos.

Resumí mi emoción de participar en un único párrafo – en una aplicación de notas del celular – para que al leerlo pudiera recordar todo mi argumento, pero en el momento que alcé mi mano para pedir la palabra, los nervios provocaron que se me olvidara todo.

Quizá el arma que quise usar en ese momento –para no sonar más mal y perdida de lo que pudiera haber sonado- fue la sinceridad. Decidí admitir que se me había olvidado mi argumento, que curiosamente sonaba tan paradójico con el contexto del libro, así que dije lo siguiente.

-El olvidismo es por preferencia, a veces preferimos ser indiferentes a las circunstancias y elegimos olvidarnos, pero la consecuencia deviene cuando la memoria nos alcanza.-

Quiero mencionar que por azares del destino, o quizá tuve la misma idea que AM, mi pequeña frase sonaba igual que una frase de la última carta que narra el libro, sin haberla leído antes.

“Ya todo pertenece al pasado, a ese pasado que he tratado de borrar a lo largo de toda una vida y que, justo al final, vuelve a perseguir mis pensamientos”.

Y es que, al comenzar a estructurar esto que hoy escribo, recordé aquello que quise decir esa noche…

Aquí como en Italia, como en otras sociedades, existe la historia que se hereda bajo la esquela de un libro, una poesía, un canto o un cuento; una leyenda contada hace miles de años, un susurro a través del pensamiento que nos hace recordar.

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La primicia del olvidista es olvidar todo recuerdo, sea bueno o malo, pero ¿de verdad olvidar nos hace sentir mejor? Paolo lo manejó así “el tema es la indiferencia de los que no hacen”.

Quizás al principio sí. La indiferencia es el resultado del olvido, esa indiferencia que uno siente al ver a una persona de origen humilde pedir limosna, el olvido actúa como carnada que la consciencia utiliza para no recordar que existe la pobreza.

Indiferencia es también no tratar de mirar los rostros en las papeletas colocadas en las calles, con el título de “se busca”, porque queremos olvidar que existen desaparecidos, esos cuyos rostros y nombres posteriormente se transforman encifras.

Olvidismo es no querer mirar que cada día parece haber más muerte que vida, que hay más violencia, feminicidios, homicidios, corrupción, deshonestidad, guerra, porque preferimos olvidar que somos humanos.

 El olvido es una solución que nosotros buscamos para poder sobrellevar el día a día.

Quizá nos olvidamos del llanto de nuestra madre al dar a luz, quizá olvidamos nuestro propio llanto, porque tal vez queríamos olvidar el sufrimiento que conlleva nacer. Quizás… ¿Quién podría negar esa posibilidad? ¿A caso alguien se acuerda de haber nacido?

¿Qué podemos hacer? Fue mi pregunta final.

Maestro Salvatore Falco

Quién contestó esa pregunta fue Salvatore Falco, que acompañaba a Paolo en su presentación. Él explicó.

“Si tú haces algo no te la van a publicar, no lo van a decir porque es peligroso, pero si todos hacemos algo, entonces sí hacemos ruido. El criticar y saber que tengo que hacer algo, pues ya estás haciendo algo, el problema es cuando ni te pones la pregunta ¿qué puedo hacer?”.

Paolo describió que existen dos clases de personas, “el que toma una pistola y el que hace como sin nada”. ¿Quién es mejor o quién es peor? La cuestión está en saber que tan olvidistas somos y cuantos reaccionamos a la memoria que nos alcanza.

Mel Atl