La gráfica para mí lo es todo: Enrique Pérez Martínez

Fue quizá el ver las manos de su madre moverse inquietas entre cada hilo y aguja, en el horno, en la cocina; unas manos que nunca pararon de crear. Quizá fue la vida de campo donde en cada huella que el arado dejaba había piedra fácil de tallar. O quizá fue la fractura de pie que, al no poder moverse durante un mes, pudo aprovechar para devorar cada material de la papelería familiar para pintar y dibujar. Sea cual fuese la razón, el destino, quizá, decidió que su vocación fuera el arte, un arte que para él ha sido todo.

Así lo manifiesta Enrique Pérez Martínez, uno de los más importantes representantes de la gráfica tlaxcalteca a nivel nacional e internacional. Su historia profesional está cimentada en personajes ya conocidos, en el taller que vio nacer y por el que cientos de jóvenes artistas han pasado; pero más allá de eso, su persona tiene un vínculo especial, cercano e ineludible con la gráfica, por ser aquello que le ha dado todo y a quién le debe todo lo que ahora es.

Enrique Pérez Martínez, o como muchos le llaman, el Maestro Enrique, resuelve compartir alegre y ocurrente en esta entrevista un poco más allá de lo que se sabe de su vida, pues muchas han sido las voces que han narrado su historia, pero el propio personaje principal resguarda con encanto rasgos tan cautelosos de sí como las marcas en un caparazón.  

Orgulloso de ser originario del municipio de Xaloztoc, Pérez Martínez narra que su condición de hermano mayor le permitió ser cercano a su madre en todo lo que ella hacía, además varias etapas de su vida fueron claves para decidir su futuro, y cuando llegó el momento de elegir su camino, nunca lo dudó.

A los 17 años de edad pudo viajar a la ciudad de Xalapa, donde estudió y se graduó como licenciado en Artes Plásticas con especialidad en dibujo y pintura; empero, durante la carrera tuvo la oportunidad de ser asistente impresor del artista de origen sueco, Per Anderson, con quién estuvo un tiempo adicional antes de regresar a Tlaxcala, 7 años después de haber partido, convencido de que la gráfica era todo lo que quería hacer.

La historia de un mofle enterrado

Algo que caracteriza a Enrique Pérez Martínez como artista, y como personaje, es el uso recurrente de un animal con caparazón, con un estilo tan peculiar y reconocible que, sin saber el nombre, cualquier consumidor del arte reconocería al autor de la obra. Incluso es difícil pensar en Enrique Pérez sin evitar relacionarlo con un armadillo montado alegre y despreocupado en bicicleta.

¿Por qué el armadillo?

Los armadillos nacen por ahí del 2010 o 2011. Esa pregunta me la hace mucha gente. Cada vez que hay un cambio personal, fuerte en mi vida, cambio el personaje en mi obra. Cuando yo termino la carrera lo que hacía era una serie de mofles enterrados.

¿Estamos hablando de lo mofles de auto?

¿Qué dialéctica encontraba en los mofles?

Los mofles, ahí sí, eran una autorrepresentación. Eran un retrato. Entonces estaba como la vida de un mofle transitando en diferentes etapas de su vida (…) Es como el devenir normal de las personas, pero me representaba a través de un mofle enterrado. ¿Por qué el mofle? No tengo idea, no recuerdo porqué empecé a hacer esa imagen. Mi primera beca en el estado fue con una serie de más de 30 litografías llamada “la historia del mofle enterrado”.

En un examen de la universidad puse un retrato real con mofles y cañerías debajo del rostro y uno de los sinodales me dijo ‘esto parece como una serpiente con cabeza’. Entonces dije: ‘tiene razón’. Así que cambié los mofles y empecé a hacer imágenes de serpientes. Después vino otro cambio en mi vida y viré hacia otros reptiles como cocodrilos y lagartijas. Posteriormente comencé a hacer tortugas y en ese ir y venir de cambios hice obra erótica que hasta la fecha no se ha podido exponer. Cuando retomé las tortugas ocurre otro cambio en mi vida que es la mudanza del TEBAC de Matlalohcan (en Tetla) a Tlaxcala.

Aquí hacemos un pequeño paréntesis. Aunque la historia del Taller de Estampa Básica Avanzada Camaxtli (TEBAC) es parte ya de la memoria colectiva de la comunidad artística tlaxcalteca y no hace falta subrayar algún dato más que no sea ya sabido, sí podemos destacar que su historia está intrínsecamente vinculada a Enrique Pérez.

Desde sus inicios como un proyecto que apenas contaba con un tórculo, el origen del taller responde al llamado de un viejo programa federal nombrado como “Corredor Nacional de Gráfica”. Enrique Pérez recién había regresado de Xalapa y el volver a radicar en sus tierras lo hizo acreedor de la oportunidad de dirigir una empresa en pañales cuyo nombre fue dado por el genial, y ahora ausente, Felipe Ehrenberg.

A partir de ese momento, Pérez Martínez ha sido centinela adusto y testigo de su metamorfosis, desde el pequeño cuarto de seis por seis metros que era en Tetla; la elegante sala de doble piso en la costilla de un edificio colonial en la capital, el cual ostentó el nombre de “Casa del Artista”; hasta su actual sede al interior de la vieja Fábrica de Hilos ahora conocida como el “Centro de las Artes”.

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Aunque fueron muchos los cambios y los recuerdos quedaron guardados dentro de sus muros, aunque algunos de los artistas más queridos de la Casa del Artista ya no están aquí, las huellas de los jóvenes hambrientos de aprender han quedado grabadas en los tórculos, los rodillos y las gubias; huellas grabadas de igual medida en la memoria de Enrique Pérez, frescas aun después de 20 años de que aquel sueño hubo nacido.

Esos cambios hicieron que cambiara el personaje [con rasgos del anterior]. Uno como individuo va cambiando, yo no soy el mismo que fui ayer, ni antier, pero tengo esencias de lo que fui ayer. (…) No me gusta representarme en autorretratos, entonces me represento a través del armadillo que está en diferentes circunstancias, de repente está hecho bolita, aparece maltratado o muerto, o feliz. Eso depende de lo que va pasando a mi alrededor. De lo que voy pensando, sintiendo o creyendo.

¿Cree que está en camino de hacer un nuevo personaje?

En los últimos años he estado más en contacto con la naturaleza como los cactus y las suculentas. De repente el Cactus es enorme y el armadillo es chiquitito. Es como esta confrontación. Tengo una serie de litografías llamadas así: “Conforntación”. Entonces, tal vez no lo voy a abandonar, pero ya no es parte importante de la obra, sino que van surgiendo cosas más importantes en mi vida que el mismo armadillo, es decir, más importantes que yo.

¿Cómo ha sido su carrera profesional? ¿ha habido tropiezos?

He tenido muchos aciertos (…) y sí he tenido tropiezos. No sé exactamente cuantas obras tengo, pero de repente haces una obra que crees que va a ser importante y no le gusta a nadie, y ha habido otras piezas que nos las considero importantes y funcionan muy bien.

Hay una pregunta que muchos me hacen y es ¿cuál es mi obra favorita? Y mi obra favorita es la última que hice, de las demás me voy olvidando; y eso es lo que sucede. Cada vez que tengo un tropiezo viene una nueva obra y me emociono. Entonces ese tropiezo lo tomo como un aprendizaje. Cada pieza que no funciona tiene un aprendizaje para mí y las que tienen un acierto ni siquiera me dan un aprendizaje.

Como artista ¿cree que haya un conflicto entre lo que espera la gente de ustedes y lo que esperan ustedes de sí mismos?

Mira, los artistas producimos para nosotros, no para la gente. De repente hay obras que son importantes para nosotros, pero a la gente no le gustan. Entonces, cuando comparas lo que tu sientes por esa pieza y lo que la gente no sintió por esa pieza es cuando vienen los desaciertos.

Las personas que están creando para agradar a la gente, no los considero artistas porque están pensando en vender, porque están pensando en el resto de las personas que necesitan algo lindo para su casa. Los que estamos creando, creamos para nosotros.

En el momento de crear no estoy pensando en si a la gente le va a gustar, si la van a comprar o no. Eso de exponerlas, venderlas, que le guste a la gente o cuantos ‘like’ son solo una consecuencia. Lo importante es la obra, lo demás ya el ‘Facebook’ lo dirá. El momento de crear, ese es el momento importante, lo demás es banalidad…

El armadillo viajero

Uno de los aspectos que destaca a Enrique Pérez como un artista muy importante es la inquietud, una que lo ha llevado a formar parte de las bienales y ediciones más acuciosas de México, e incluso llegar a los rincones más inesperados, casi inexplorados, para los artistas tlaxcaltecas -esto debido a un estigma que más adelante abordaremos-.

En este sentido, la última exposición importante tuvo lugar en el magnífico Japón, donde una de sus piezas fue escogida como principal de México, y que viajó gracias al apoyo y estímulo de una Asociación; sin embargo, la pandemia no le permitió estar presente para admirarla, incluso la misma pandemia provocó que la exposición que estuvo preparando durante muchos años para el Museo de Arte de Tlaxcala no fuera lo que él esperaba.

No obstante, sigue consumando proyectos, como su participación en tres de las cuatro colecciones para el Museo del Banco de México, o el ser aceptado en las bienales internacionales de Mezzotinta en Rusia. Actualmente es uno de los cinco mexicanos que participan en España para una carpeta que se llama “América”, así como en muestras en Brasil y Ecuador. Mientras tanto, en México forma parte del proyecto “Espina dorada”, que busca concientizar sobre la conservación de las cactáceas.  

¿Cómo es el proceso de estar en Tlaxcala y al mismo tiempo estar supervisando las obras que viajan a otros países, en manos de personas que no conoce, o que solo conoce por medios digitales?

Los procesos para una exposición como de Japón son muy largos. Empiezan como un año antes, desde que te invitan te dan cierto tiempo para producir y afortunadamente esta Asociación se encarga de todo (…) Te tienen al pendiente de todo lo que está sucediendo porque son empresas muy profesionales que viven de esto, porque conocen y reconocen a los artistas y les dan el lugar que merecen. Por eso llevan un proceso muy profesional desde la selección de obras hasta la exhibición y el regreso de las piezas.

¿Qué lo ha inspirado a exponer en diferentes partes del mundo?

Me hace sentir bien. Cuando mandas [obra] a otro estado, representas a tu estado, y cuando mandas a otro país…pues de los mexicanos a veces soy el único, o de los 500 grabadores, somos cinco [los que participan] (…) Eso hace que tu ego crezca más, pero también hace que te pongas a trabajar más y que el próximo año digas ‘ahora no quiero ser el quinto, ahora quiero el tercero, o el primero’.

Ese es como uno de los grandes retos que tengo: seguir participando en exposiciones internacionales y en proyectos nacionales importantes. Claro, sigo en Tlaxcala y quiero seguir exponiendo aquí y creo que es como ‘de Tlaxcala hacia afuera’.

Precisamente existe ese estigma de que los artistas locales no triunfan en Tlaxcala, se van a otros estados y se vuelven famosos en otros estados y ya no les interesa volver. Pero en el caso de Enrique Pérez, “sí es profeta en su propia tierra”. ¿Cómo ha sido esto?

Cuando yo tenía 16 o 17 años y buscaba respuestas en Tlaxcala no las encontré, porque no existía un taller, ni una escuela. Existía un instituto, pero no tenía talleres. No había nada. Cuando regreso de Xalapa uno de mis objetivos era dar algo y ofrecer algo que yo no encontré hace años. Por eso es que sigo en Tlaxcala. He tenido ofertas para irme a otros talleres de otros estados, pero siempre he creído que estoy bien aquí, que aún tengo algo que hacer y ofrecer, en espacial a los jóvenes que se acercan a la gráfica.

Hay artistas que se van y regresan a tomar pulque o a visitar a los amigos, pero no regresan a compartir algo y yo no quise ser igual que esos artistas. Yo quiero ser alguien que pueda seguir enseñando, que pueda seguir compartiendo, y a donde quiera que voy siempre digo que soy de Tlaxcala, obviamente, para que sepan que existe un buen taller de gráfica, que existen artistas y que existe una buena calidad en el arte.

Joaquín Sabina + Tinta = TEBAC

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En una oda al sensible arte de contemplar las simples cosas, desde los primeros pasos que introducen al taller se oyen garabateos, pisadas que van de aquí para allá, risas, bromas, el sonido de las mesas de madera, las manos que trabajan, las mesas de entintado susurrando palabras húmedas y, al fondo de todo esto, está ‘Alexa’ bajo el comando de la pícara voz que momentos antes comandó escuchar al genio trovador y mujeriego de origen andaluz, el que en su juventud tuvo que escapar del régimen franquista y participar en quién sabe cuántos encuentros de dulce placer carnal, para componer todas esas sartas de canciones plagadas hasta los huesos de sexo y desamor.

Y ahí, en este “museo de arcángeles disecados”, moviéndose en sigilo encantador entre las mesas de grabado, se desliza una pálida figura forrada casi siempre de color arena, cuyo rasgo más indeleble es el de la espesa coleta negra, un detalle que el narrador dejó en su propia historia; ahora con la huella de la escarcha en la barba y en su piel lleva líneas celosamente bruñidas por el tiempo.

Aquí, en el taller, se percibe el humo invisible de deliciosos solventes, tinta y oleo. El ambiente se llena de risas, anécdotas e historias chuscas. A veces el olor a café destila por encima de otros. Las manchas en la ropa, las manos engrasadas, el ronroneo del tórculo, las puntas rayando el metal, la alegría de ver en una estampa recién impresa en papel algodón, todo, la mayoría de las veces, al ritmo de la guitarra y la voz aguardientosa de Joaquín Sabina, secundado por el admirador incansable de su congénere, un “perro andaluz sin domesticar”, cuyo placer no solo es el buen café y el mezcal, sino bruñir el cobre en un ritual de erótico matiz que da vida a una elegante placa perfilada.  

Su técnica favorita es la mezzotinta ¿qué es lo que le llama la atención de esta técnica?

En el grabado las técnicas son muchísimas y hay muchísimos materiales y formas de combinarlas y demás, pero a mí me gustan las técnicas directas donde puedes sentir el material, sentir las herramientas y cómo vas grabando e hiriendo el metal.

Aprendí mezzotintas hace como 20 años. Paco Patlan, Nunik Sauret y Carlos García Estrada fueron mis primeros maestros. Es una técnica complicada, cara, a veces no tan comprendida porque normalmente son muy obscuras y los procesos son largos. Hubo un momento que me invitaron para una carpeta internacional y yo acepté participar… y cuando entregué la obra no estaba técnicamente como yo quería, entonces fue un reto también el querer lograr una técnica más especializada.

Mucho tiempo me dediqué a hacer litografía, punta seca y otras, y ahorita me enfoqué a ésta porque además es como muy noble la técnica, muy elegante.

¿Para los grabadores cree que las técnicas tienen que ver con la esencia del artista?

Sí. Las técnicas en la gráfica tienen que ver con la personalidad del artista. Están las técnicas como la mezzotinta, que son muy relajadas, de un proceso lento, más de consciencia, de saber de dibujo, de composición, en fin. Pero hay otras técnicas más inmediatas, no sé. Una técnica de grabado al azúcar que es más como para pintores, que son más gestuales, más rápidas, porque directamente dibujas con el pincel.

Siempre he creído que las técnicas se tienen que adaptar al artista. Cuando doy talleres o cursos y son diferentes técnicas lo primero que hago es ver la obra, o los bocetos, o las intenciones para adaptar sus trazos, lo que quieren decir, a una técnica o la técnica al artista.

El grabado es una técnica que hace ver el mundo de una forma distinta ¿no? Tienes que imaginar las colores, las sombras; el cuerpo de la pieza de forma diferente para que al momento de imprimirla salga bien. ¿cómo ha sido este proceso adaptativo? como artista ¿le ha causado conflictos?

Sí, efectivamente la gráfica no es como el dibujo o la pintura que es tan inmediato. La gráfica es muchísimo de química. En la escuela tuve problemas con la maestra de química y resulta que cuando haces litografía es todo química. Sí, tienes que adaptarte a una técnica porque son procesos completamente diferentes. No es lo mismo grabar un linóleo que hacer una litografía, o hacer una mezzotinta, o un fotopolímero.

Entonces esa parte de la cocina de la gráfica es parte de lo que a mí me gusta, porque no siempre sale lo que quieres y es algo que los grabadores deben de aprender, en especial los jóvenes; de que el hecho de que no siempre sale lo que quieres quiere decir que está mal, sino que son circunstancias técnicas… Esas cosas que de repente no puedes controlar porque el ambiente, la química, incluso hasta la misma atmosfera del lugar, a veces hasta tu misma energía. Cuando no llegas con ganas no sale nada y hay días que sale todo perfecto y es el mismo lugar con las mismas circunstancias.

¿Qué experiencias le ha dejado la enseñanza del grabado?

Desde que salí de la escuela empecé a enseñar. Cuando regresé a Tlaxcala di un taller antes de que existiera el TEBAC y fue una muy buena experiencia… obviamente en la escuela nunca te enseñan a enseñar (…) y enseñar a mí me gusta mucho porque cuando alguien te enseña, tu aprendes; cuando tú lo aplicas, aprendes; pero terminas de aprender cuando tú lo enseñas, porque sigues aprendiendo de los errores o de los aciertos. 

A mí me encanta dar talleres porque, por ejemplo, das un taller para 20 personas y estás resolviendo 20 problemas diferentes, entonces estás aprendiendo en esa semana a solucionar 20 cosas diferentes (…) Yo a veces decía, ¿por qué dicen que siempre aprendes de los alumnos? No lo creía y con el tiempo te das cuenta que efectivamente vas aprendiendo de cómo vas enseñando.

¿Cómo te sientes en esta etapa de tu vida?

En esta etapa de mi vida estoy tranquilo, estoy estable. Estoy produciendo lo que quiero, a mis tiempos. Estoy compartiendo lo que sé en el taller con mis alumnas, mis alumnos (…) Creo que tengo un reconocimiento como creador local, nacional. Van fluyendo las cosas.  Esta pandemia nos vino a retrasar muchísimo y de repente parece que dos años no existieron, que no pasó nada, pero pasaron tantas cosas.

En lo personal tuve mayor acercamiento conmigo mismo, con mi obra. En algún momento estuve un tanto deprimido porque no podía trabajar ni salir a hacer lo que normalmente hago, pero ya empieza a fluir todo.

¿Le faltan objetivos por cumplir?

Me faltan muchos objetivos por cumplir en todos los sentidos. Me siento bien en este momento, pero digamos que no estoy cien por ciento realizado. Me falta mucha obra por producir, me falta muchísimo por aprender, me falta mucho por experimentar. Quiero hacer cosas nuevas. Estoy queriendo salirme un poco de la gráfica, no hacia la pintura, pero sí hacer como un híbrido. Estoy tratando de hacer algo diferente. Sí, me falta muchísimo por hacer, por vivir, por crear, por tener… por disfrutar de la vida.

Siempre ha habido esta concepción de la gráfica como una técnica que sigue vigente porque hay personas que la mantienen, pero que en otros lados ya no se está dando y, sumado a ello, están las nuevas tecnologías y herramientas para crear arte. ¿Cree que la gráfica tenga futuro?

 Sí. Mira, la gráfica al igual que la pintura han dicho que ya se murió. En la pintura sigue habiendo pintoras, pintores. La gráfica va a continuar porque tiene muchas características muy especiales que hacen que se vea como el patito feo de las artes pláticas, pero también que se revolucione muchísimo más porque la industria genera siempre materiales nuevos que la gráfica utiliza.

La gráfica ha revolucionado tanto que ahora se hacen instalaciones con gráfica, gráfica conceptual, están haciendo bio-gráfica… entonces la gráfica no va a morir, la gráfica va a continuar y se va a revolucionar muchísimo más de lo que la conocemos.

¿Para usted que significa el grabado?

Para mí el grabado lo es todo porque la gráfica es lo que me ha dado todo lo que tengo, lo que soy, de lo que vivo. El 90 por ciento de las personas que conozco en mi vida han sido gracias a la gráfica. Vivo de esto, soy feliz haciéndolo (…) Creo que no podría hacer otra cosa, creo que es lo único que podría hacer en mi vida y lo único que me interesa hacer porque, te repito, para mí es todo.