Muralismo femenino o como la sombra del machismo permea en el arte urbano

Durante la realización del mural “Creación y Mística”, de la serie de murales con temática de empoderamiento femenino ¿Y cómo es sin miedo?, el machismo y la infravaloración al trabajo femenino se hizo presente.

Cuando se piensa en muralismo, lejos de la corriente mexicana que dejó impresa su esencia en las páginas de la historia del arte, inmediatamente se asocia a la expresión que encuentra en las calles un lienzo que permite distintas posibilidades, tanto como para imprimir un mensaje con fines políticos, sociales, ambientales, etc., como para resignificar la estética de la propia calle.

Asimismo, el arte urbano es también asociado a la posibilidad que permite al artista dar contexto de su situación personal o social, en ambientes que suelen ser de ende discriminatorio o marginal.

En este sentido, en Tlaxcala la mayoría de los artistas urbanos se engendran en las calles donde la trata de personas, la violencia, la discriminación, el racismo y el clasismo dan cabida a la expresión del inconformismo y permiten alzar la voz para visibilizar situaciones que suelen ser censuradas por el gobierno.

Por ello, en la entidad se pueden encontrar regiones que contrastan entre sí en cuanto a los mensajes impresos en cada una de sus calles, por ejemplo: se puede comparar el arte urbano refinado y considerado “bonito” que retrata lo turísticamente destacable de Tlaxcala, como en los municipios de Nanacamilpa, Tlaxcala, Apizaco, Tlaxco y Huamantla, que se ubican en el norte, oriente y centro de la entidad.

En cambio, el mensaje y los mensajeros cambian cuanto más al sur se ubican, en Tenancingo, Xicohtzinco, San Pablo del Monte, Papalotla y Zacatelco la temática toma un giro que se vuelca en lo social.

En estos municipios, los murales y grafitis están ligados a las tradiciones carnavalescas, los viajes lúdicos, la estética de lo marginal y la proliferación de la violencia de la que los habitantes se acostumbran cada vez más.

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En esencia, el arte urbano del sureste del estado no busca ser atractivo, sino que pretende ser un lenguaje de supervivencia y adaptación en los diferentes estratos sociales que, aunque no están visiblemente marcados, existen.

Aunado a ello, otra de las características que comparten los artistas y grafiteros es que la gran mayoría de ellos son hombres. En comparación, las mujeres muralistas son muy pocas, apenas se formó un colectivo de mujeres muralistas -Tlacuilas- que busca abarcar mayor terreno en el arte urbano tlaxcalteca, sin embargo, éste representa muchas dificultades para ellas.

El machismo indirecto

Si bien, existen muchos matices sociales que son expresados por los artistas urbanos que han sido víctimas del sistema, la realidad de las mujeres y su papel como creadoras, así como víctimas también de ese mismo sistema, es mucho más compleja y se le añade el papel del machismo que permea fuertemente en una sociedad como la tlaxcalteca.

En este contexto, el machismo juega un rol importante, pues al estar la sociedad todavía arraigada a costumbres añejas -en las que el papel de la mujer se limita a cosas del hogar- los hombres ofrecen su machismo directo e indirecto.

Con lo anterior nos referimos a que, de manera directa, los hombres acuñan responsabilidades y asocian los trabajos artísticos en las calles como producto de otros hombres a los que pueden llamar artistas o “malandros”, tanto por el arte callejero como por los “tags” (la marca del grafitero); esto debido al proceso histórico posmoderno de la resiliencia a las mismas fallas sistemáticas antes mencionadas.

En cuanto al machismo indirecto, nos referimos al contexto en el que todo lo anterior se asocia como una manifestación [artística] a la que solo debería tener derecho el hombre, y aunque el terreno del arte callejero y el grafiti aun rayan en lo ilegal, es un terreno donde las manos femeninas casi no han tenido influencia y por ello, bajo la psique, la obviedad y el sentido común masculino, los hombres no esperan que las mujeres lo utilicen.

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Es decir, que la forma en la que los hombres infravaloran la capacidad de las mujeres en todos los ámbitos conocidos, como oficios o profesiones, también se cuela en el sentido artístico, lo que se traduce como machismo indirecto; es no agredir directamente pero sí desacreditar la capacidad y el talento de una mujer.

Las mujeres por el hecho de ser mujeres son acreedoras de las mismas fallas sistemáticas empapadas bajo la perspectiva del desdén, la incredulidad y la ignorancia masculina.

Por tanto, no solo hay temáticas importantes de las que hay que hablar -como la trata de personas, la violencia de género, feminicidios, acoso sexual, desaparición forzada, etc.- sino que el mismo hecho de que son fallas que afectan a las mujeres provoca que la sociedad [machista] las ignore y desacredite, así como también a su derecho a la manifestación artística.

En este sentido y bajo el ejemplo vivido de manera personal, cuando el mural de la serie de trabajos de empoderamiento femenino ¿Y cómo es sin miedo?, se estaba realizando en el polideportivo de Zacatelco, muchos hombres desacreditaron el trabajo de las mujeres e incluso cayeron en la incredulidad.

De manera más textual, la mayoría de los hombres de las comunidades de Zacatelco –de las que previamente se mencionó su contexto- están acostumbrados a ver a otros hombres haciendo murales o grafitis, por lo que fue atípico para los habitantes ver a un grupo de seis mujeres pintando un mural que tomó 9 días concluir.

De igual forma, cuando el mural se encontraba en proceso fue marcado por un grafitero de la zona. Si bien es algo común que grafiteros se apropien y marquen el trabajo de los artistas urbanos, precisamente por estar expuestos en las calles, es imperativo no negar que pudiese tener tintes de vandalismo con fines sexistas.

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Bajo esta premisa, la mayoría de los comentarios vividos por las seis integrantes durante la elaboración del mural, si bien estaban teñidos de incredulidad, rayaban en el escepticismo, pues aun cuando era visible la presencia de las mujeres en el acto -y más obvia aún era su brocha en mano dejando los rastros de pintura-, la mayoría de los hombres y mujeres desestimaron el trabajo de manera directa e indirecta.

“A poco sí lo están haciendo ustedes”, “yo pensé que el joven [un acompañante de las creadoras] lo hizo”.

Quizá estos comentarios parezcan inofensivos y lanzados al aire sin querer, sin embargo, bajo lo antes planteado -sobre el machismo indirecto-, son la premisa que vierte el machismo arraigado a la sociedad, el cual lastima de manera directa.

Bajo este contexto, solo cabe reflexionar que precisamente existe una falta de cultura para reconocer el trabajo que realizan las mujeres en todos los ámbitos, no solo en el arte. Asimismo, se necesita más apertura de espacios que den igual valor al trabajo de las mujeres artistas tal como el que se les da a los hombres.

De forma personal, y con lo aprendido por la elaboración de los murales para ¿Y cómo es sin miedo? de la artista Daniela Bonilla, entre mujeres debemos reflexionar que parte de esos terrenos dominados por hombres se deben a que quizá muchas veces tenemos miedo a explorarlos.

Por ello, ¿Y cómo es sin miedo? no solo invita a la representación de la liberación femenina de como es vivir sin miedo de ser mujer, también invita a no tener miedo de ser artista, de crear y apropiarse de esos espacios que también “son nuestros”.

Mel-Atl