La tierra que “no es de nadie” es la que se usa para desechar la basura

La tierra que “no es de nadie”, la que no tiene un dueño que pague impuestos y reclame por ella, es la que usualmente usa la gente para desechar la basura.

#Opinión

Entre los relatos de una merienda tranquila y un sofá lleno de estambres y de gatos, mi mamá se quejaba de un hombre que por la mañana estaba tirando su basura sobre las vías del tren, era escombro que al sujeto se le había hecho fácil tirar ahí, justo en el camino invisible que usamos para cruzar al otro lado de la calle, ella le reclamó que no la tirara y el hombre contestó: “pero si no es nadie”.

Aquella frase que dijo ese hombre a mi madre “pero si no es de nadie”, me hizo reflexionar: la tierra que no es de nadie es el basurero ideal.

Y es que, en esta misma sección de las vías del tren, los que trabajan en las “talachas” tienen una colección de llantas amontonadas sobre la orilla, las cuales, cuando éste pasa, son aventadas al interior de los vagones que van abiertos.

Además, cuando se remodela una casa, las orillas a los costados de los rieles son usados por los vecinos para echar ahí sus escombros, aunque quizá la mayoría de ellos no conocen que ese terrenito sin un aparente dueño sí lo tiene y es el gobierno federal.

Dejando a un lado al ferrocarril, mi barrio está ubicado a un costado de una barranca, una que desde que tengo memoria tiene un riachuelo con aguas negras. Esta barranca posee pastos amarillentos donde todavía en aquel entonces pastaban animales como vacas y borregos.

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Ahora esta barranca no solo lleva aguas negras, también es utilizada como contenedor de basura, pese a que los camiones recolectores pasan cada martes y jueves, esta zona, a lo largo de su trayecto, está llena botellas y latas de cerveza, incluso hasta animales muertos.

Otra barranca de la que tengo memoria es la que se encuentra atrás de la universidad donde estudié. Recuerdo que en esas horas en las que podía procrastinar, iba con mis amigos a caminar por ahí, donde encontrábamos tramos repletos de basura como de fiesta, con platos y vasos de unicel, incluso encontramos al interior perros colgados de los árboles – una historia que en su momento fue famosa y aterradora-.

También recuerdo que en el bosque de la Malinche se puede encontrar basura de campistas; botellas de agua, envolturas y colillas de cigarrillo, mientras que en la parte de la cima hay incluso grafiti, además de árboles talados en la parte interna del bosque.

Recuerdo que las pocas veces que subía, sólo a pasar un rato en familia, íbamos a explorar hasta donde pudiéramos llegar y escuchábamos a lo lejos el sonido de una motosierra, un sonido que escucha todo el bosque menos la policía de montaña.

No sólo los pueblos; en las ciudades los camellones y bulevares que están alejados de los centros, que son los que regularmente están más limpios, tienen latas, botellas y basura que arrojan los automovilistas.

En Tlaxcala, por ejemplo, las jardineras que rodean la Parroquia de San José también tienen basura, aunque los puestos de comida regularmente llevan botes para recibir el deshecho sus clientes, se pueden ver botellas, papeles engrasados, incluso botellas de licor.

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¿Por qué la tierra de nadie es la que se usa como basurero?

Por sentido común, pensé, la gente no va a llegar con su basura y la va a aventar a una casa (habitada), porque de inmediato la persona a la que le pertenece esa casa reclamaría por su propiedad.

Pero la tierra no reclama por sí sola, la tierra no se va a quejar por qué vertamos nuestros desechos sobre sus pastos, o nuestra mierda sobre sus ríos. La tierra no habla y, por ende, no reclama.

Quizá no sólo es la tierra de nadie la funciona como basurero, quizá simplemente es lo verde; lo que tiene que ver con una naturaleza que aparentemente está solitaria y desprotegida. No sólo en las ciudades, hay basura en los bosques, en los cerros, en los paraísos naturales que no pagan impuestos.

La naturaleza del ser humano funciona de tal forma que, si ve un montículo de desechos sobre la calle, allí arrojará su basura. Si alguien desecha sobre las barrancas, más personas lo harán. Con uno sólo que ponga el ejemplo, los demás lo seguirán, aunque físicamente no se vea la acción, el ejemplo persiste en la evidencia que se deja atrás.

La tierra no es de nadie, la tierra es de todos, pero solo nos importa el mísero pedazo de tierra por el que pagamos impuestos, el que les duele a nuestros bolsillos, lo demás no importa, excepto cuando la imagen de algo o de alguien está de por medio.

Las únicas personas que protegen a su tierra de la mugre de la “gente civilizada”, son aquellos a los que llamamos despectivamente indígenas; ellos luchan y protegen las tierras que son suyas y las que no lo son, las que forman parte de su identidad como personas, incluso la mayoría son asesinados por proteger a la naturaleza de los intereses ajenos.

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Debemos reflexionar que no tenemos educación ambiental ni conciencia ecológica, nos es más fácil deshacernos del problema; el problema es que no nos deshacemos de él, solo provocamos que nos afecte después.

Si bien, los seres humanos no se comparan a las grandes corporaciones que se la pasan regando sus desechos sin que nadie los pueda frenar, sí somos esa pequeña parte que puede comenzar por hacer el cambio.

¿Que si la tierra no reclama? Bueno, quizá no lo haga todavía.

Mel-Atl