“Un final que seguirá viviendo”, la concientización ambiental a través del arte

Fotografías: Cortesía del artista

“Un final que seguirá viviendo” es una muestra escultórica hecha por el artista visual Rosendo Quiroz Luna, un joven originario de San José Atoyatenco, en Nativitas, que muestra su preocupación por las especies amenazadas a través del arte.

Su muestra es una contemplación tanto visual como sensorial, pues al momento de visitar la exposición el sonido del canto de aves y las hojas secas colocadas sutilmente en el suelo, provocan que al ver las esculturas se pueda sentir una emoción de nostalgia.

Y es que las piezas son esculturas de animales extintos o de especies amenazadas que están hechas de los restos de un animal muerto, es decir los huesos, que para Rosendo este material ayuda a resignificar el concepto de la muerte.

Fotografías: Cortesía del artista

En primer lugar, para Rosendo es especial ponerle atención a la vida silvestre pues él, al haber crecido en una familia dedicada al campo, y al estar en constante contacto con la naturaleza, desarrolló una empatía por la misma, así como admiración y preocupación por los animales.

“Cuando estás en contacto con la naturaleza de manera tan cercana, pues vas generando esa empatía por el mundo natural. Entonces observar que maltratan a un animal o cosas por el estilo, te trastocan y pues toda obra artística se ve influenciada por lo que el artista vive o la empatía que tiene el artista con su vida cotidiana”.

Es por eso que, debido a ese contacto, Rosendo se sintió conmovido por los animales, sobre todo por lo que se extinguieron y los que se encuentran en peligro de extinción.

En este sentido, su primer acercamiento con lo que actualmente es su trabajo más importante, se debe a que, al ser originario de San José Atoyatenco, un pueblo cuya “bandera gastronómica” es la venta de carpas, tuvo mucho contacto con los residuos orgánicos de esta especie de peces.

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La textura, el olor y la fisonomía de los huesos de carpas le llamó la atención a Rosendo, alguien que se define a sí mismo como creador a partir de elementos que la mayoría considera basura, pues en su casa y en la mayoría de sus obras se pueden encontrar desechos que ha acumulado a lo largo de su trayectoria como parte de su proceso creativo.

Entonces, los huesos son un material que pudo recolectar gracias a que en uno de los restaurantes de su comunidad él trabajó como mesero, es por eso que, al pedirle permiso a su jefe de conservar los huesos, algo que nadie considera valioso, él pudo hacerse de este elemento para su obra.

«Después, mientras realizaba una tarea para la universidad, me apareció en YouTube un documental acerca del Carpintero Imperial, una especie endémica de México y que lamentablemente por la contaminación y tala excesiva se extinguió.

Me conmovió mucho esa historia, como a causa del ser humano estamos destruyendo el hábitat de los animales. Entonces se originó una idea y recordé que tenía en mi casa huesos, y fue así como nace el proyecto».

Con esta idea y con la premisa de lo que significan los huesos para los seres humanos, los cuáles evocan o recuerdan a la muerte, Rosendo planteó resignificar a los huesos como un discurso a partir del acto del consumo humano y de sus efectos en la naturaleza.

Fotografías: Cortesía del artista

Para el proceso de creación de sus piezas, Rosendo comentó que no fue nada sencillo, pues no tenía idea de cómo hacer de un elemento que se pudre constantemente algo que resista el paso del tiempo, tampoco hubo alguien que le enseñara, solo el consejo de su jefe para quitar el penetrante olor del pescado en utensilios.

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Con esa premisa, Rosendo comenzó a experimentar hasta dar con el proceso para hacer de los huesos un material y no un residuo odorífero. Con ello la primera pieza que surgió fue la del Carpintero Imperial.

“Algunas piezas tienen ya cuatro años y siguen en su estado natural, no ha habido algún proceso de descomposición, o que el hueso cambie de color, o que el pegamento (con el que armó las piezas) se haya echado a perder”.

Una vez que comenzó a perfeccionar su proceso y crear varias piezas pudo exponerlas por primera vez en el Centro Cultural Ocotlán en el año 2017, de ahí su exposición se ha movido a la Zona Arqueológica de Cacaxtla, al Centro Cultural la Libertad y en el Ayuntamiento de Apizaco, a San Martín Texmelucan, el Centro Cultural de Chiautempan, entre otros.

Fotografías: Cortesía del artista

Aunque tuvo la oportunidad de exponer sus piezas en otros lugares, por la pandemia ya no le fue posible. Sin embargo, seguirá buscando llegar a más lugares con su mensaje, pues le ha motivado la buena aceptación que tienen sus obras en la consciencia de la gente.

“Con las hojas, el sonido de las aves quiero crear ese auge multisensorial que evoque todo lo que le hacemos a la tierra. Entonces hay algunas personas que, al escuchar el mensaje, al oír a los pájaros cantar y ver muerte a su alrededor, han llorando y es bastante gratificante porque les estás moviendo algo y el arte tiene que tener esa finalidad.

La finalidad de mi obra es, en primera instancia, llevar a la reflexión. Esta exposición que estoy mostrando no únicamente es para mí o para elevar mi ego (…) sino porque pretendo buscar algo y una de las principales cosas que los artistas debemos de buscar es generar un cambio, y si les estas generando algo a una o dos personas que te escuchen en ese momento, pues vas generando una cadenita en la que las personas van a querer cambiar algo en su vida para detener el cambio climático”.

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Fotografías: Cortesía del artista