Originario de Apan, en el estado de Hidalgo, Luis Aguilar Cruz, es un joven de oficio soldador, pero desde su infancia desarrolló un amor hacia el ambiente taurino, hacia los toros y los toreros.
Su pasión por aquellas criaturas musculosas de cuernos imponentes surgió desde muy pequeño, él hubiese querido ser torero pero era difícil serlo “sin un apoyo económico”. Aquel sueño de estar en el ruedo y enfrentar a esas magníficas criaturas quizá se estaba esfumando.
A la edad de 9 años su familia migró al estado de Tlaxcala y se establecieron en el municipio de Apizaco, donde 4 años después comenzaría su travesía por un sendero que lo llevó a lugares que quizá nunca había imaginado.
Con tan solo 13 años de edad comenzó a dedicarse a soldar fierro como una forma de ganarse la vida, sin embargo, su habilidad le permitiría hacer cosas con el acero que no hubiese pensado antes.
En octubre del año 2013, siendo padre soltero en ese entonces, mientras veía videos taurinos en compañía de sus dos hijas, una de ellas le pidió que le hiciera un toro con una piedra que ella misma le había dado. Sin otra opción que complacer a su pequeña, improvisó con la piedra y le dio forma con clavos y trozos de fierro que se había encontrado, así, de esa manera, surgió sin querer su primera escultura.
Tantos años de haber trabajado con el acero forjado le habían dado una opción alternativa, en la cual concertar su pasión y su habilidad para construir objetos, piezas simbólicas, que de alguna u otra forma lo acercaron a ese sueño que quizá creyó que sería imposible de realizar.
Las piezas que el construye son elaboradas a base de objetos simples; la materia prima la obtiene de piedras que se encuentra, las cuales deben de tener cierto carácter o forma para de allí realizar la composición. A Luis sólo le toma unas cuantas horas terminar cada pieza, pero el resultado es asombroso.
Siendo el medio artístico un ambiente difícil de alcanzar, Luis comenzó a tocas puertas en diferentes lugares, la primera escultura que había realizado se le quedó a Hugo García Méndez hijo, gracias a él conoció al contador y ex director del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino (ITDT), Luis Mariano Andalco López y fue así como comenzó a emerger su carrera.
“Lo que tengo es lo que utilizamos” depende de la forma de la piedra es la forma de la piedra que se va a hacer”.
Durante toda su carrera como artista ha tenido entre 40 o 50 exposiciones en diferentes puntos de la República así como fuera del país, en España, Colombia y Perú. En cada exposición llega a mostrar más de 20 piezas.
Las esculturas que Luis ha realizado tienen un parecido a los trazos finales que el artista y maestro del cubismo, Pablo Picasso, hizo al final de sus días. Cuando uno ve la obra de Picasso desde sus inicios se puede notar su constante búsqueda de la simplicidad, desde las pinturas de retratos con claroscuros y una clara influencia en el estilo impresionista, hasta las siluetas de trazos simples que culminaron su búsqueda justo al final de su vida.
Pablo Picasso también era un aficionado taurino y sus últimas obras fueron dedicadas a esta tradición que él llevaba muy arraigada. A pesar de que la formación artística de Luis tuvo origen dentro de los talleres de forja, sus piezas comparten esa simplicidad dentro de los elementos que las componen.
Dentro de las esculturas se pueden apreciar elementos nobles, no por su delicadeza, sino por su origen y función, cuando los clavos, trozos de metal o soleras pierden su funcionamiento, suelen ser desechados por perder su “utilidad”, pero se transforman en un recurso noble cuando a ese mismo elemento se le da un valor significativo de utilidad, que no era precisamente para lo que fue diseñado, pero que sin embargo pueden volver a servir.
Tornillos, clavos, varillas, soleras, alambres, todos estos elementos se funden sobre una roca que no es pulida ni retocada; tal y como se encuentra Luis comienza a forjar sus esculturas abstractas, que a pesar de que los metales usados son rígidos, las esculturas reflejan movilidad orgánica debido a la postura de los elementos colocados.
Lo que Luis más aprecia y refleja es la versatilidad del animal, las esculturas muestran las imponentes cornamentas, así como toros capachos, bizcos, corniabiertos y tocados. Le gusta plasmar el toro bajo el capote, en el campo, junto a un bebedero o siendo picado.
Para Luis, lo taurino no tiene que ver con un “arte” o un “deporte”, sino que es una tradición, que se fue acoplando al pasar de los años, incluso siglos; tal y como en las arenas romanas los gladiadores tenían que luchar contra bestias salvajes para sobrevivir y servir de entretenimiento de las masas, los toreros se enfrentan a los toros con valor.
En cuanto aquella controversia que ha generado esta tradición en los últimos años, respecto a los derechos de los animales, Luis comentó que el toro vive como rey cuando se encuentra en el campo, es atendido y alimentado; a la hora del toreo, ambos tienen la misma oportunidad de sobrevivir, ambos combaten con los elementos que se les fueron dados, uno por propia naturaleza; sus cuernos y su bravura, y otro con los elementos que su misma especie construyó para defenderse.
Así, este artista que surgió de entre las fábricas de armado, que convirtió su pasión en su modo de vida, no sólo vive de su trabajo como soldador, sino también vive de lo que su arte puede ofrecer al mundo. Nunca tuvo miedo de saber si iba a funcionar o no apostar a la escultura, pero debido a que nunca tuvo miedo de tomar una decisión se arriesgó sin saber que iba a conseguir cosas que no había imaginado.
Sus piezas llegan a medir entre 15 cm las más pequeñas hasta 60 cm cuadrados, estas esculturas llegan a costar de 300 a 1500 pesos, que es un precio considerable. Sus esculturas pueden ser adquiridas por cualquiera que guste tenerlas. Para Aguilar Cruz nunca fue prioridad cotizarse, aun conserva su trabajo como soldador y también convierte su oficio en un arte que puede compartir a través de sus obras.
Su experiencia como un joven al que todo le ha salido bien desde el momento que tomó la decisión de no tener miedo, podría servir para inspirar a las futuras generaciones.
Muchas veces el miedo a la incertidumbre puede hacernos no tomar las decisiones equivocadas para aprender o las correctas para trascender.
Foto y texto: Melisa Ortega