Pies descalzos, una obra de resistencia y liberación

Esta podría ser la historia de cualquiera, son las palabras que rompen el silencio en el teatro, la música suena, y una figura femenina acariciada por la tenue luz roja aparece en el escenario realizando movimientos rápidos, cuál boxeador luchando con sus recuerdos.

 En el piso lleno de hojas secas se encuentra un banco, y un contenedor con tinta, la figura esboza la segunda frase “hay recuerdos que quiero que se borren para siempre pero ahí están, como marcas que se han quedado grabadas en mi piel”.

Del contenedor de tinta, emerge un cordón con el que se envuelve las piernas poco a poco, cual hiedra dejando a su paso una mancha negra llena miedo y dolor.

De pronto Angela Muñoz, la protagonista de la obra, deja de ser ella para convertirse en la voz de cientos de mujeres que han sufrido algún tipo de acoso, que han sentido miedo por el simple hecho de ser mujer.

Pies descalzos es un monólogo a cargo de Trinomio producciones, protagonizado y escrito por Angela Muñoz, quien a través de cinco vivencias relata el miedo y el dolor de las mujeres mexicanas; la puesta en escena nace a partir de una nota periodística sobre la desaparición de una mujer y el terrible e inevitable pensamiento de todas las veces que “pude haber sido yo”.

Con los pies atados nos cuenta su primera vivencia a temprana edad, como con la inocencia de una niña de ocho años disfruta la vida mientras pasea  en bicicleta ataviada con un short rojo, y como en un abrir y cerrar de ojos el ambiente se llena de miedo y angustia al aparecer un camión de una conocida marca refresquera, que la sigue, mientras le susurra lo bien que se ven sus piernas desnudas; culpa es la sensación que deja esta historia, culpa de vestirse de esa forma, culpa de haber salido sola, culpa que solo la lluvia puede  lavar  tiempo después al  portar nuevamente  un vestido y sentir como el impacto de las gotas sobre sus piernas la libera de esas invisibles marcas de miedo.

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La segunda vivencia, tiene lugar en la adolescencia cuando dos compañeros de escuela atraídos por sus voluptuosas formas la arrojan a la fuente para observarla a detalle a través de la blanca blusa ceñida al cuerpo; ahora las negras marcas de tinta aparecen sobre su pecho, se van formando una a una mientras relata como las miradas se dirigen a su escote en vez de verla a los ojos, y como de apoco se reduce el miedo de poder amar su cuerpo.

La culpa, el dolor y el miedo sube por las piernas, se expande por el torso y llega a hasta las manos, en forma de la caricia no deseada del conductor de transporte público tratante de blancas que a través del retrovisor la observa, la sigue, y la invita a subirse consigo,

 la angustia de no poder estar a salvo ronda por su cabeza y recuerda el relato de un amigo forzado a enamorar a chicas para introducirlas en el mundo de la trata, que para escapar de la situación sacrificó su salud comiendo, “Comer para ya no ser guapo, así ya no les sirvo de nada” fue su relato.

Comer, comer para no sentir culpa de usar vestidos, comer para no sentir culpa de usar escotes, comer para no sentirme atractiva para los hombres, son las palabras que esboza mientas se recuesta en el piso y recuerda como hace tiempo en un medio digital leyó la historia de la hermana de una amiga que fue raptada en el centro de Tlaxcala “pasaban las horas, nadie sabía nada”.

La tenue luz roja se hace más brillante y la silueta que representa a miles de mujeres se hace más grande entonado

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“A cada minuto, de cada semana
Nos roban amigas, nos matan hermanas
Destrozan sus cuerpos, los desaparecen
No olvide sus nombres, por favor, señor presidente (susurra)”

La canción sin miedo deja eco en el escenario fusionándose con una melodía de esperanza mientras lava en un valde de agua cada una de esas marcas de tinta para liberarse del miedo; la obra concluye relatando como la joven se libra de su cruel destino huyendo de sus captores.

“Correr los pies descalzos con el corazón a todo lo que da, correr sin poder llorar, correr porque sabes que si te atrapan no vivirás más (…) correr con los pies descalzos para no ser una más»

Cada uno de estos relatos muestran lo vulnerable que es una mujer ante el acoso, como desde temprana edad, en lugares cotidianos como la calle, la escuela, o sitios públicos, se crean marcas invisibles de miedo y las barreras de protección para sentirse a salvo.

Trinomio producciones es una compañía que elabora espectáculos escénicos para jóvenes audiencias y primeras infancias, conformado por Ángeles Muñoz y Patricia Piña como directoras y dramaturgas, Guadalupe Castro en asistencia de dirección, Nydia Dodi en maquillaje y vestuario y Nora Gracia en equipo técnico, quienes abordan temas de interés social presentándose principalmente en escuelas dejando una reflexión sobre la violencia psicológica en las mujeres.